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San Martín, la Expedición Libertadora del Sur y la Independencia de los pueblos del Perú (1819-1821) (página 2)




Enviado por Jorge G. Paredes M.



Partes: 1, 2, 3

DESEMBARCO DEL
EJÉRCITO LIBERTADOR EN PISCO

Listos todos los preparativos, la
expedición libertadora comandada por San Martín
zarpó del puerto de Valparaíso el 20 de agosto de
1820. Según palabras del propio San Martín, se
emprendía "la grande obra de dar libertad al
Perú". Se abría "la campaña más
memorable de nuestra revolución
y cuyo resultado aguarda el mundo, para declararnos rebeldes, si
somos vencidos o reconocer nuestros derechos, si
triunfamos".

El ejército libertador del Perú
componíase en total de un poco más de cuatro mil
hombres, de los cuales poco más de tres mil
pertenecían a la infantería, más de
seiscientos a la caballería y más de 400 a la
artillería. Consignamos de esta manera los efectivos,
teniendo en cuenta que suele encontrarse algunas diferencias,
basados en fuentes
diversas que no concuerdan con exactitud estos datos.
(1)
Según documentos de la
época que reproducimos, el total de efectivos llegaba a
4365, incluyendo en este número a la tropa, a los
oficiales y a la plana mayor. Los efectivos de la
artillería sumaban 2145, los de infantería 1525 y
los de caballería 695. (ver cuadros)

El ejército libertador del Perú estaba
conformado por dos divisiones: la de los Andes y la de
Chile.

La de los Andes estaba conformada por las siguientes
divisiones:

Batallón de artillería de los Andes
N° 7

Batallón de artillería de los Andes
N° 8

Batallón de artillería de los Andes
N° 11

Granaderos de a caballo de los Andes

Cazadores de a caballo de los Andes

La división de Chile estaba integrada por los
siguientes cuerpos:

Batallón de artillería N° 2 de
Chile

Batallón de artillería N° 4 de
Chile

Batallón de artillería N° 5 de
Chile

Batallón de artillería N° 6 de
Chile

Batallón N° 2 de Dragones de
Chile.

Del total de jefes de cada uno de estos cuerpos, siete
eran rioplatenses y cinco chilenos. La división de los
Andes solo estaba comandada por argentinos, mientras que la
división de Chile tenía al rioplatense
Larrazával como jefe del batallón de
artillería N° 5.

En cuanto al Cuartel General, a las Secretarías y
al Estado Mayor,
la siguiente era su conformación, según datos
consignados por Jerónimo Espejo:

Cuartel general:

Jefe de la expedición, el Excelentísimo
Señor Capitán General Don José de San
Martín.

Generales de División, Coroneles Mayores don Juan
Antonio Álvarez y don Toribio Luzuriaga.

Secretario de guerra y
auditor, Teniente Coronel don Bernardo Monteagudo.

Secretario de Gobierno, don
Juan García del Río.

Secretario de Hacienda, don Dionisio
Vizcarra.

Auditor General de Marina, don ANTONIO Álvarez De
Jonte.

Oficial 1° de Secretaría, capitán don
Salvador Iglesias.

Edecanes de su Excelencia. Coroneles don Tomás
Guido y don Diego Paroissien, capitán don José
Caparrós y teniente 2° don José
Arenales.

Estado Mayor:

Jefe de Estado Mayor General, Coronel Mayor Juan
Gregorio de las Heras.

Ayudante comandante general, coronel don Juan Paz del
castillo.

Ayudantes primeros, tenientes coroneles don Manuel Rojas
y don José María Aguirre, teniente coronel graduado
sargento mayor don Juan José Quesada, sargentos mayores
don Francisco de Sales Guillermo y don Luciano Cuenca.

Ayudantes segundos, capitán don Juan Agüero
y capitán de ingenieros don Clemente Altahaus.

Ayudantes terceros, ayudantes mayores don francisco
Javier Medina, don Ventura Alegre y don Eugenio Garzón;
tenientes segundos, don Jerónimo Espejo, don Pedro Nolasco
Álvarez Condarco y don Juan Alberto Gutiérrez;
subteniente de ingenieros don Carlos Wooth.

Cuerpo médico, dirujano mayor el coronel
Paroissien, cirujano de primera clase don
Miguel Stapleton Grawley, cirujano de primera clase fray Antonio
de San Alberto.

Intendente del ejército, intendente general don
Juan Gregorio Lemos, contador don Valeriano García,
oficial 1° don Santos Figueroa, oficial 2° don Alejo de
Junco.

Comandante del parque, capitán de
artillería don Luis Beltrán.

La escuadra, al mando de Lord Tomás Alejandro
Cochrane, estaba conformada por ocho navíos y 16
transportes.

Escuadra Libertadora del
Perú

(20 de agosto de 1820)

Comandante en Jefe de las Fuerzas Terrestres y
navales: Capitán General don José de San
Martín.

Navíos

Comandantes

San Martín

Guillermo Wilkinson

O’Higgins

Tomás Grosbie

Lautaro

Martín J. Guise

Independencia

Roberto Forster

Galvarino

Juan Spry

Araucano

Tomás Carter

Pueyrredón

Guillermo Prunnier

Moctezuma

Jorge Young

Transportes

Pablo Delano

Transportes: Dolores, Gaditana, Consecuencia,
Emprendedora, Santa Rosa, Águila, Mackenna, Perla,
Teresana, Peruana, Golondrina, Minerva, Libertad, Argentina,
Hércules, Potrillo.

Toneladas: 7178

El Pueyrredón salió antes que la
expedición, conduciendo desterrados políticos a la
costa del Chocó y de regreso se unió a la Escuadra.
La Chacabuco quedó al servicio de
las costas de Chile, al mando de Tortel.

CDIP, La expedición libertadora, tomo VIII,
vol. 3°, p. 371

La tarde del 20 de agosto zarpó, de
Valparaíso, la Escuadra y el Ejército Libertador,
bajo la protección de la enseña chilena. Ya en alta
mar, Cochrane abrió los pliegos de Instrucciones que le
había entregado O’Higgins y en las cuales se le
señalaba que el Capitán General don José de
San Martín era el Jefe a quien el gobierno confiaba la
exclusiva dirección de las operaciones de
la empresa
libertadora.

El 7 de setiembre la escuadra libertadora anclaba en la
bahía de Paracas, al finalizar casi ya la tarde. El
boletín N° 1 del Ejército Unido libertador del
Perú narra la llegada de la siguiente manera: "El 7 de
setiembre entró el convoy por el canal de San
Gallán, a la bahía de Paracas, tres leguas al sur
de Pisco, donde fondeó a las 6 de la tarde"
(2)

El desembarco comenzó al día siguiente, a
las cuatro de la madrugada. Se realizó sin mayores
contratiempos debido a que las fuerzas realistas encargadas de la
defensa de las costas de Pisco, que totalizaban quinientos
efectivos y estaban al mando de Manuel Quimper, no ofrecieron la
menor resistencia,
prefiriendo emprender retirada hacia Ica.

Antes de continuar analizando el desembarco del
ejército libertador, debemos referirnos a tres documentos
que San Martín suscribió este mismo día 8 de
setiembre. El primero es una sentida proclama dirigida a su
ejército, llena de gran calor humano e
idealismo,
recordándoles la conducta que
debería seguirse en el nuevo territorio. La proclama es la
siguiente:

"El Excmo. Señor General al Ejército
Libertador.

Soldados de Ejército Libertador:

Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino y solo
falta que el valor consuma
la obra de la constancia; pero acordaos que vuestro gran deber es
consolar a la América
y que no venís a hacer conquistas sino a libertar a los
pueblos que han gemido trescientos años bajo este
bárbaro derecho. Los peruanos son nuestros hermanos y
amigos; abrazadlos como a tales, respetad sus derechos como
respetasteis los de los chilenos después de la batalla de
Chacabuco.

La ferocidad y la violencia son
crímenes que no conocen los soldados de la libertad y si
contra todas mis esperanzas, algunos de los nuestros olvidase sus
deberes, declaro desde ahora que será inexorablemente
castigado conforme a los artículos siguientes:

1° Todo el que robe o tome con violencia de dos
reales para arriba será pasado por las armas, previo el
proceso verbal
que está mandado observar en el
ejército.

2° Todo el que derramare una gota de sangre fuera del
campo de batalla, será castigado con la pena de
Talión.

3° Todo insulto contra los habitantes del
país, sean europeos o americanos, será castigado
hasta con pena de la vida, según la gravedad de las
circunstancias.

4° Todo exceso que ataque la moral
pública o las costumbres del país, será
castigado en los mismos términos que previene el
artículo anterior.

¡Soldados! Acordaos que toda la América os
contempla en el momento actual y que sus grandes esperanzas
penden de que acreditéis la humanidad, el coraje y el
honor que os han distinguido siempre, dondequiera que los
oprimidos has implorado vuestro auxilio contra los opresores. El
mundo envidiará vuestro destino, si observáis la
misma conducta que hasta aquí; pero ¡desgraciado el
que quebrante sus deberes y sirva de escándalo a sus
compañeros de armas! Yo lo castigaré de un modo
terrible y él desaparecerá de entre nosotros con
oprobio e ignominia.

Cuartel General del Ejército Libertador en Pisco,
setiembre 8 de 1820

San Martín" (3)

El segundo documento es una proclama dirigida al pueblo
peruano. En él se indica la misión y
caracteres de la empresa
libertador y un decreto sobre la situación política y
administrativa en las zonas que fuesen siendo ocupadas por el
ejército libertador. En cuanto al primer aspecto, San
Martín le declara al pueblo peruano lo siguiente: "Mi
misión es proteger al inocente oprimido, favorecer al
desgraciado, restablecer a los habitantes de esta interesante
región en el goce de sus derechos y promover su felicidad,
arrancándolos para siempre del yugo español"
En cuanto al segundo aspecto señalado, San Martín
estableció lo siguiente:

1° En todos los puntos que ocupe el Ejército
Libertador del Perú, o estén bajo su inmediata
protección, han fenecido de hecho las autoridades puestas
por el Gobierno español.

2° Sin embargo, para que se conserve el orden en
dichos puntos, deben continuar interinamente en sus funciones civiles
a nombre de la Patria, y bajo el nuevo orden de cosas, las mismas
personas, hasta que, en vista de su conducta y de las
circunstancias se resuelvan las alteraciones oportunas para la
convivencia pública.

3° Dichos mandatarios han de estar precisamente
sujetos a las órdenes e instrucciones que se les
comunicaren por mí, o por mi Secretario de
Gobierno" (4)

El tercer documento, suscrito
también el 8 de setiembre, es una proclama dirigida al
pueblo peruano con la finalidad de tratar de convencer a aquellos
que confiaban en el reformismo del sistema colonial,
basado en la nueva jura de la Constitución Liberal de Cádiz de
1812, por obra de Fernando VII, a consecuencia de la
revolución encabezada por Rafael del Riego. Convencerlos
de que ello era un simple y bien meditado engaño por parte
del absolutismo
hispano, que había tenido que aceptar esta
Constitución, después de haberla abolido, llevado
única y exclusivamente por las circunstancias: "La
revolución de España es
de la misma naturaleza que
la nuestra: ambas tienen la libertad por objeto y la
opresión por causa" Al referirse a la Constitución
de 1812, San Martín señala: "La América no
puede contemplar la Constitución de las Cortes sino como
un medio fraudulento de mantener en ella el sistema colonial, que
es imposible conservar más tiempo, por la
fuerza. Si
éste no hubiese sido el designio de los españoles,
habrían establecido el derecho de representatividad de la
América sobre las mismas bases que el de Península,
y por lo menos sería igual el número de diputados
que nombrase aquella, cuando no fuese mayor, como lo exige la
masa de sui población comparada con el de la
España" (5)

Habíamos señalado que el desembarco del
ejército libertador comenzó la madrugada del 8 de
setiembre. Los primeros efectivos en desembarcar fueron los de la
primera división, al mando del Mayor General Las Heras, e
integrada por los batallones 2,7 y 11, con dos piezas de
montaña y 50 granaderos a caballo. A las dos y treinta de
la tarde esta división se ponía en marcha hacia
Pisco. Este desplazamiento se hizo de una forma totalmente lento,
a consecuencia del terreno muy arenoso. Según
expresión del Boletín del Ejército,
recién a las siete de la noche se ponía a tiro de
fusil de dicho pueblo. Las Heras ordenó hacer alto, y solo
después de inspeccionar y comprobar que había sido
totalmente evacuado, ingresaron a Pisco, vivaqueando en aquel
día en la plaza pública. Recién al
día siguiente se llevó a cabo el acuartelamiento de
la primera división.

Las restantes divisiones desembarcaron entre el 8 y el
11 de setiembre. El 12 lo hizo San Martín, quien, sin
embrago, había dejado sus naves en días anteriores.
Aquel 12 se estableció el Cuartel General en Pisco. Al
día siguiente San Martín encargó a
Álvarez de Arenales marchar hacia la hacienda de Caucato,
cuyo propietario, Fernando del Mazo, había huido. Le
encargaba el mando del batallón N° 5 y de cincuenta
Granaderos de a caballo. Esta misión tenía por
objeto convertir esta división en punta de avanzada y de
observación. Con el mismo objeto, aquel
mismo día envió a los capitanes Athaos y La-Valle
hacia Ica. El 22 puso a Rudecindo Alvarado al mando de regimiento
de Granaderos de a caballo, ordenándole avanzar sobre
Chincha. Alvarado dejó dos escuadrones en el pueblo bajo
de Chincha y continuó hacia el Pueblo Alto. El 23 San
Martín recorría, en plan de
reconocimiento, el valle de Chincha.

El virrey Pezuela fue informado, con gran celeridad, del
desembarco del ejército libertador gracias a un
espía que había presenciado el desembarco y que
incluso llevó a cabo ciertas investigaciones.
Pasó de inmediato a Lima y el 10 de setiembre puso en
conocimiento
del virrey sus informes,
según lo consigna el propio Pezuela en su Memoria de
Gobierno.

Asimismo recibió noticias del
importantísimo suceso por obra del coronel realista Manuel
Quimper, quien al respecto remitió cinco partes, fruto de
las investigaciones que logró hacer. Quimper, en persona y
mediante el encargo a dos destacamentos (cuyos jefes eran los
alfereces Ignacio Alzaga y Ramón
Cabezas), pudo informarse del desembarco del ejército al
mando de San Martín. El primero de estos partes es
sumamente escueto:

"Excmo. Señor: Son las cinco y media de la tarde,
hora en que se me presenta a la vista como diez velas entre
grandes y pequeñas por el boquerón de
Sangallán, y sin duda alguna creo sea la expedición
insurgente tan decantada. Sirva esto a V.E. de prevención
para sus sucesivas operaciones, que yo ofrezco a V.E. hacer de mi
parte todo lo posible, y prestarle noticias repetidas
según sus movimientos.

Dios guarde a V.E. muchos años.

Pisco, setiembre 7 de 1820.

Manuel Quimper

Excmo. Señor Virrey, Capitán General del
Reino, don Joaquín de la Pezuela" (6)

En el segundo parte, fechado el 8 de setiembre, Quimper
comunica a Pezuela el haber destacado dos partidas de
caballería para observar el movimiento de
la escuadra recién llegada, una al mando del
alférez Ramón Cabezas, sobre el punto de Paracas, y
otra al mando del alférez Ramón Cabezas, sobre la
boca del río. (7)

El tercer parte, suscrito por Quimper desde su cuartel
general de la costa del sur, en Chongos, a las 12 del
mediodía del 9 de setiembre, informa al virrey del inicio
del desembarco del "ejército insurgente", por la Puntilla.
Comunica asimismo haber sido abatido por los fuegos del
navío Congreso Chileno. Hace un cálculo
aproximado de las fuerzas patriotas, señalando que a su
parecer no debían exceder de cuatro mil efectivos.
Señala que los vecinos de Pisco fieles a la causa realista
habíanse retirado del pueblo. Informa haber trasladado su
cuartel general, por seguridad, de
Pisco a Chongos, "que está distante tres millas, para
precaverme y ponerme a cubierto de mis sospechas, en cumplimiento
de sus superiores instrucciones, con un enemigo que por su
número y calidad de
fuerza, V.E. mismo conocerá que es para mí
irresistible". (8)

El cuarto parte, suscrito desde Bernales, en la noche
del 9 de setiembre, comunica que envía al virrey cinco
prisioneros tomados en las inmediaciones de Pisco.
(9)

El quinto parte, suscrito también en Bernales el
mismo 9 a las 8 de la noche, comunica a Pezuela el traslado del
cuartel general de Chongos a la hacienda de Bernales, en virtud
de haberse emprendido su persecución. (10)

Considerando Pezuela las informaciones recibidas y
teniendo en cuenta las recomendaciones procedentes de la
metrópoli en el sentido de buscar soluciones
negociadas, el virrey decidió actuar inmediatamente en
dicho sentido, aunque valgan verdades con muy poca fe en los
resultados que de ellas podían esperarse.

Antes de cerrar este capítulo debemos referirnos
al testamento que San Martín redactara
encontrándose aún en Pisco. Teniendo en cuenta que
en los azares de la guerra su existencia personal
corría siempre inminente peligro, el libertador
decidióse por redactar su testamento. Fechado desde el
cuartel general de Pisco el 29 de setiembre está dirigido
a Jorge Young, comandante de la goleta Moctezuma. El texto del
testamento es el siguiente:

"Si la suerte de la guerra me hiciese fenecer en ella, o
bien caer prisionero, prevengo a Ud. que el baúl que
contiene mis papeles reservados, como igualmente mi catricofre,
le serán entregados a mi apoderado D. Nicolás
Peña, para que este lo remita a mi mujer en Buenos Aires. La
plata labrada que tengo en el buque de su mando será
repartida entre Ud. y el Capitán Erescano en toda propiedad. Los
demás efectos, excepto mi librería que
deberá entregarse igualmente a Peña, serán
repartidos entre la guarnición y tripulación de la
goleta". (11)

En cuanto al primer encuentro armado de la independencia
ocurrió en Nasca y no en Changuillos, pueblito muy cerca
de Nasca, como una parte de la tradición lo
señalaba e incluso un obelisco conmemorativo existente en
la Plaza Mayor de Changuillo. Wilfredo Gameros ha estudiado este
acontecimiento y a él nos remitimos. Ese encuentro
ocurrió el 15 de octubre de 1820 , entre las fuerzas
patriotas a cargo del coronel Manuel Rojas, de la división
de Álvarez de Arenales, contra las fuerzas realistas al
mando de Quimper, las cuales fueron fácilmente
dispersadas. Como consecuencia de este encuentro quedaron
cuarenta y un muertos, quince heridos y ochenta y ocho
prisioneros, entre estos, seis oficiales. En el parte de batalla,
el Teniente Coronel Manuel Rojas escribe a su jefe: "Ofrezco a
vuestra señoría, a nombre de todos los
señores oficiales que me han acompañado en este
primer ensayo de los
Soldados del Ejército Libertador de las costas del
Perú a cuyo celo y actividad ha debido todo el suceso;
pueda ser éste el mejor agüero de la ninguna
esperanza que debe animar a los Déspotas para tiranizar a
nuestros Amigos, los Peruanos" (12)

NOTAS

(1)
Sobre el Ejército Libertador del Perú,
ver:

-CDIP, La expedición libertadora, tomo VIII,
vol. 3°.

-Bulnes, Gonzalo. Historia de la
expedición libertadora del Perú.
1817-1822.

-Dellepiane, Carlos. Historia militar del Perú,
Lima, 1943, tomo I

-Espejo, Jerónimo. Apuntes históricos
sobre la expedición libertadora del Perú.
1820"

-Gameros Castillo, Wilfredo. Semblanzas
biográficas y episodios de la independencia, Lima
editorial San Marcos, 2000, pp. 59-74

-Leguía y Martínez, Germán.
Historia de la emancipación del Perú, Lima,
Editorial Jurídica S.A. 1972

-Mitre, Bartolomé. Historia de San
Martín y la Emancipación Sudamericana.

-Otero, José Pacífico. Historia del
libertador do José de San Martín

-Paz Soldán, Mariano Felipe. "Historia del
Perú independiente. Primer periodo, Buenos Aires,
1962.

-Vargas, Nemesio. Historia del Perú
independiente., tomo I

-Vargas Ugarte, Rubén. Historia general del
Perú, tomo VI

-Vicuña Mackenna, Benjamín. La
revolución de la independencia del
Perú.

(2)
Boletín del Ejército Unido Libertador del
Perú. Boletín N° 1 de 5 de octubre de
1820.

(3)
Paz Soldán, Mariano F. Op. cit. Pp. 65.66

-C. N. del S. De la I. Del P. Antología de la
independencia del Perú, pp. 274-275

-Gameros Castillo, Wilfredo. Op. cit, p. 72

(4)
C. N. del S. De la I. Del P. Antología de la
independencia del Perú, pp. 275276

(5)
Op. cit. Pp. 276-278

(6)
Op. cit., p. 270

(7)
Op. cit., p. 270

(8)
Op. cit., p. 271-273

(9)
Op. cit., 273

(10) Op. cit., p. 273

(11) Macera, César F. San
Martín, Gobernante del Perú: Historia de San
Martín en el Perú, Buenos Aires, 1950.

(12) Gameros Castillo, Wilfredo.
Op. cit., p. 81.

CONFERENCIA DE
MIRAFLORES

Ya sabemos que el virrey del Perú, don
Joaquín de la Pezuela, estaba informado, desde el 10 de
setiembre, del desembarco de la expedición libertadora.
Tenía pues que hacer frente tanto al gravísimo
problema que significaba el entrar de pleno en un estado de
guerra. Además en lo interno tenía que afrontar una
situación subversiva, que la presencia del ejército
foráneo complicaba.

La lucha que a favor de la causa separatista desde
relativo tiempo atrás se había desatado en diversos
focos internos del virreinato peruano, se complicaba ahora
grandemente, al contarse con la presencia de fuerzas extranjeras
que tenían como objetivo el
separar al Perú de la dominación española.
La lucha por la independencia del Perú había
llegado a su punto climático. Para hacer frente a esta
situación no sólo se necesitaba mucha fuerza
bélica, con todas las exigencias económicas y
financieras que un estado de guerra implica, sino además
de mucho tacto y astucia. Innegablemente Pezuela no era Abascal.
Y la situación económica del Perú no
favorecía realmente al partido realista.

Pezuela se decidió a abrir conversaciones en
consideración a la Real Orden de 11 de abril de 1820, la
cual autorizaba y recomendaba abrir negociaciones con los
"partidos sediciosos", pero teniendo siempre en
consideración la constitución española de
1812, la cual se había vuelto a jurar (Fernando VII la
había derogado) como consecuencia de la revolución
española liderada por Rafael del Riego, movimiento que
había vuelto a abrir un paréntesis liberal y
constitucional en la monarquía española.

Pezuela envió a Pisco al Alférez de
Húsares don Cleto Escudero para que se entrevistara con el
propio San Martín y de esta manera convencerlo de abrir
negociaciones tendientes a hallar una posible solución
pacífica al problema. El citado emisario realista
llegó al cuartel general patriota el 14 de setiembre. Ese
mismo día consiguió entrevistarse con San
Martín y de esta manera le comunicó la
invitación del Virrey para abrir negociaciones. San
Martín recibió con suma cortesía y
beneplácito dicha proposición. Cleto Escudero
abandonó el cuartel general de Pisco al día
siguiente con la finalidad de informar al virrey, lo más
rápidamente posible, de la actitud
favorable al diálogo
por parte de San Martín.

El 25 de setiembre se dieron inicio a las reuniones
entre los diputados patriotas y realistas, sesiones estas que se
prolongarían hasta el 1 de octubre. En este lapso ambas
delegaciones expusieron las bases sobre las cuales aceptaban una
solución pacífica. Pero, como analizaremos
más adelante, estas proposiciones fueron tan
diametralmente opuestas (en realidad no se podía esperar
otra cosa), que resultó del todo imposible un acuerdo
decoroso.

Como lógica
consecuencia de la apertura de estas negociaciones se produjo la
suscripción, el 26 de setiembre, de un armisticio por un
periodo de ocho días. Este armisticio constaba de siete
artículos.

"Los Señores Diputados para negociar un
avenimiento pacífico entre las tropas del mando del Excmo.
Señor Capitán General D. José de San
Martín y las de Excmo. Señor Virrey del
Perú, a saber:

Por parte del Excmo. Señor D. José de San
Martín, Capitán General, los SS. Coronel D.
Tomás Guido, D. Juan García del Río,
Secretario de Gobierno, y

A nombre del Excmo. Señor D. Joaquín de la
Pezuela, Virrey del Perú, los SS. Conde del Villar de
Fuente, Coronel de Ejército, y D. Dionisio Capaz, Teniente
de Navío.

Después de haber canjeado y reconocídose
sus plenos poderes, convinieron en los artículos
siguientes:

1° Como paso y media indispensable para el mejor
resultado de cualquiera negociación que se entable, se
suspenderá todo acto de hostilidad por mar y tierra, por
una y otra parte, durante el término de ocho días
contados desde la fecha.

2° El ejército al mando del Excmo.
Señor D. José de San Martín tendrá
por límites al
N. El valle de Chincha hasta el pueblo alto de este nombre; por
la parte S. El Carrizal en el valle de Hoyas; y por la parte E.
la hacienda de Bernales en el de Chunchanga. El Ejército
del N. De Lima ocupará el valle de Cañete, quedando
por este lado como campo neutral, entre las avanzadas de uno y
otro ejército, el desierto que media desde el alto que
llaman de Herbae hasta los confines del pueblo Alto de
Chincha.

3° Si desgraciadamente no se ajustase algún
convenio pacífico entre las dos partes contratantes, no
podrán renovarse las hostilidades por ninguna de ellas,
sino pasadas veinte y cuatro horas después de la
notificación.

4° Desde la hora y momento que sea firmado este
armisticio, se devolverán todas las presas que hicieren en
las costas del Perú, los buques de guerra y corsarios
marítimos de una y otra parte, durante el término
del presente armisticio.

5° Todo lo que hubiese sido tomado de las
propiedades de los valles que ha ocupado el ejército del
mando de Excmo. Señor D. José de San Martín,
quedará su valor sujeto al resultado de las negociaciones;
y desde la hora en que se firme este armisticio, serán
respetadas y conservadas íntegramente, sin que se tome
otra cosa de ellas, que lo necesario para la subsistencia del
ejército, por sus justos precios.

6° El Excmo. Señor D. José de San
Martín y el Excmo. Señor D. Joaquín de la
Pezuela, expedirán inmediatamente sus órdenes a los
jefes de mar y tierra para el fiel cumplimiento de lo estipulado
en los artículos precedentes.

7° El presente armisticio será ratificado por
el Excmo. Señor D. José de San Martín dentro
del término de tres días, y por el Excmo.
Señor Virrey dentro del de seis horas.

Fecho en el pueblo de Miraflores a 26 de setiembre de
1820 a las cinco de la tarde.

Tomás Guido.- Juan García del Río.-
El Conde Villar de Fuente.- Dionisio Capaz.- Hipólito
Unanue, secretario" (1)

Aquel mismo 26 de setiembre los diputados realistas
comunicaron a los patriotas las bases sobre las cuales
proponía el Virrey el logro de la paz. Estas bases no eran
otras que el reconocimiento del estatus de dependencia con
relación al imperio español, pero ya no dentro de
un sistema absolutista sino de tipo constitucional y liberal, en
consideración, como ya lo hemos señalado, que la
constitución liberal de Cádiz de 1812 había
vuelto a ser jurada por Fernando VII. El monarca español
confiaba con esta medida aceptada solo por la fuerza de las
circunstancias, salvar la monarquía y su integridad
territorial. En su manifiesto dirigido a los españoles
americanos explica su actitud y expresa su confianza en la
salvación de la unidad hispana. Leamos parte de este
manifiesto:

"Cuando en 1814 anuncié mi llegada a la capital del
imperio español, la fatalidad dispuso se reinstalase unas
instituciones
que la antigüedad y el hábito hicieron mirar como
superiores a otras que siendo menos antiguas se desconocieron y
calificaron de perjudiciales por haberse renovado bajo de
distinta forma.

La triste experiencia de seis años, en que los
males y las desgracias se han ido acumulando por los mismos
medios que se
juzgaba debían hacer la felicidad; el clamor general del
pueblo en ambos hemisferios y sus demostraciones enérgicas
me convencieron al fin, de que era preciso retroceder del camino
que incautamente había tomado; y viendo el voto
común de la Nación
impulsada por el instinto que la distingue en la escena del mundo
a la altura que debe tener entre las demás naciones, me he
adherido a sus sentimientos identificándome sincera y
cordialmente con la Constitución firmada en Cádiz
por las cortes generales y extraordinarias y promulgada en
aquella ciudad en 19 de marzo de 1812.

………………………………………………………………………………………………………………………….

Americanos, vosotros, los que vais extraviados de la
senda del bien, ya tenéis lo que hace tanto tiempo busca a
costa de inmensas fatigas, de penalidades sin términos, de
guerras
sangrientas, de asombrosa desolación y de extremo
exterminio… Oíd la tierna voz de vuestro rey y padre.
Cese el inquieto y receloso cuidado que os agita, y cese el
encono con las circunstancias que lo produjeron dando lugar a los
sentimientos tiernos y generosos. … Los dos hemisferios hechos
para estimarse, no necesitan sino entenderse para ser eternamente
amigos inseparables, protegiéndose mutuamente en vez de
buscar ocasiones en que perjudicarse. …

………………………………………………………………………………………………………………………….

… Pero si desoís los sanos consejos que salen
de lo íntimo de corazón, y
si no cogéis y estrecháis la fiel y amiga mano que
la cariñosa patria os presenta; esta patria que dio el ser
a muchos de vuestros padres, y que si existieran, os lo
mandarían con su autoridad;
temed todos los males que producen los furores de una guerra
civil;…" (2)

Hemos reproducido unos pocos párrafos de este
manifiesto porque consideramos que su lectura total
es muy importante, porque permite comprender en forma mucho
más adecuada la posición de las autoridades
realistas con relación al ejército libertador y la
posición que mantendrían en todas las entrevistas
que se producirían con los patriotas.

Volvamos al análisis de las conferencias abiertas entre
los emisarios de Pezuela y San Martín en el balneario
limeño de Miraflores. Habíamos indicado que el 26
de setiembre los delegados realistas presentaron por escrito lo
que a su criterio consideraban la base indispensable para un
arreglo definitivo de paz. Leamos íntegramente la nota
realista.

"Los infrascritos tiene el honor de hacer presente a los
señores comisionados del Excmo. Sr. Capitán General
del Ejército de Chile, D. José de San
Martín, como base para la paz, el artículo
siguiente:

Como nada desea más la Nación
Española, a quienes todos pertenecemos, y el
corazón paternal de su Monarca constitucional, el Sr. D.
Fernando VII, que ver reunidos los pueblos, a quienes motivos que
deben olvidarse precipitaron en la discordia, por lo que guiados
de sus generosos y humanos sentimientos ha mandado y dado el
impulso a estas negociaciones; en cumplimiento de sus
órdenes superiores, y con arreglo a las instrucciones del
Excmo. Sr. Virrey, invitamos a los Señores Diputados del
Excmo. Sr. D. José de San Martín, para que a nombre
del reino de Chile, sus jefes y habitantes, a nombre del
Ejército y los Jefes, adopten y juren la
Constitución de la Monarquía Española,
enviando sus Diputados al Soberano Congreso, y entrando en todos
los derechos y prerrogativas que se han concedido por las Cortes,
con las demás ventajas generales e individuales
consiguientes a semejante adhesión.

Esperamos que U.SS. señores comisionados,
considerando el magnífico prospecto que ofrece una
Nación tan grande como la Española, reunida bajo
tan justas y liberales leyes, no
podrá menos que condescender al deseo del Soberano y con
los votos de los pueblos sus hermanos.

Dios guarde a U.SS. muchos años.

Pueblo de Miraflores y setiembre 26 de 1820.

El Conde de Villar de Fuente.- Dionisio Capaz.-
Hipólito Unanue. (3)

Ya conocemos la opinión que le merecía a
San Martín la alternativa hispana del sistema
monárquico constitucional sobre la base de la
Constitución de 1812. (*Ver la
proclama de 8 de setiembre sobre el particular). Resulta por ello
fácil darse cuenta que esta propuesta realista, que
consideramos la única que en realidad podían
ofrecer y que venía a significar lo máximo que
podía ceder el estado
español ante el peligro de su desintegración, fuera
recibida por los delegados patriotas negativamente, aunque
creemos que no les debió causar ningún tipo de
sorpresa, porque ni uno ni otro bando podían esperar mucho
de unas conferencias destinadas de antemano al fracaso, por los
intereses diametralmente opuestos e imposibles de cualquier tipo
de conciliación.

Recibida por los patriotas la nota realista redactaron
de inmediato y remitieron al día siguiente la
réplica, pues consideraban que la base de la paz no
podía ser otra, atendidas las circunstancias ventajosas
logradas por el ejército libertador, así como la
opinión reinante en el territorio peruano favorable a la
causa separatista, que el reconocimiento de la independencia del
Perú. Leamos la nota patriota para comprender
adecuadamente sus argumentos:

"Miraflores, setiembre 27 de 1820

Los que suscriben tienen la honra de contestar la nota
de ayer de los Señores Diputados del Excmo. Sr. Virrey del
Perú, exponiendo que, después que el Excmo. Sr. D.
José de San Martín manifestó al Excmo. Sr.
Virrey en oficio de 15 del corriente, de que se sirvió
instruirnos, su avenimiento a entrar en toda negociación
pacífica, que no contradijese a los principios
establecidos por los Gobiernos libres de América, como
regla invariable, no podía esperar que el Excmo.
Señor Virrey propusiese por base de una transacción
amistosa, que el Gobierno de Chile y sus súbditos, S. E.
mismo, los Jefes y el Ejército de su mando, aceptaran y
jurasen la Constitución de la Monarquía
Española, proclamada en la Península, sin suponer
gratuitamente que el Excmo. Señor Virrey ignoraba la
resolución de los pueblos y tropas expresadas, y la
insuficiencia de cualquier influjo para hacerles retrogradar en
la carrera de su independencia
política. Por consiguiente, los abajo firmantes
consideran como un deber, en cumplimiento de sus instrucciones,
el hacer presente a los Señores Diputados del Excmo.
Señor Virrey, que no están autorizados para iniciar
negociación alguna sobre la base propuesta en nota de
ayer, a saber, el juramento de la Constitución de la
Monarquía Española por las autoridades, pueblos y
tropas indicadas.

No es esta la primera vez que se ha hecho igual
propuesta al Gobierno de Chile, y demás de los estados
independientes de América, desde que el Consejo de
Regencia en el año de 1812 fue encargado por las Cortes
Generales y extraordinarias de España de hacer cumplir y
ejecutar la Constitución. Pero ello, desechando un
Código
que por una parte establecía una desigualdad enorme en la
representación de la América en el cuerpo
legislativo, y por otra no presentaba garantía suficiente
sobre su estabilidad, opusieron una resistencia que entonces de
calificó de criminal, pero que el tiempo y los sucesos han
justificado luego a los ojos del orbe.

Los que suscriben, sin entrar en el examen detenido de
las causas generales y particulares que han influido en los
gobiernos independientes de esta parte de América, para no
ceder a sus derechos, no pueden prescindir de recordar a los
Señores Diputados del Excmo. Señor Virrey, que en
el periodo infeliz de seis años de lágrimas, en que
el despotismo (o llámense errores) del Monarca de
España, apuró todos los recursos para
sofocar el justo clamor de los españoles y de los
americanos, se han robustecidos aquellos gobiernos por medio de
la opinión
pública, bastante enérgicamente pronunciada con
sus inmensos e incesantes sacrificios. De aquí es, que
ligadas las autoridades en interés
con los pueblos, forman una masa indivisible; y la
resolución de estos, lejos de vacilar por loas vicisitudes
de la guerra, y por la variaciones políticas,
han prescrito la marcha que aquellos debían seguir, siendo
ya tan ineficiente el empeño de la autoridad más
elevada para cambiar la actitud en que los pueblos desean
conservarse, como lo fue la abdicación de Bayona por el
Señor D. Fernando VII, para someter la España al
emperador de los franceses. Una experiencia dolorosa, aunque
feliz en sus resultados, ha resuelto el problema de la
superioridad del espíritu de la libertad sobre el de una
dominación arbitraria, de los recursos de un pueblo que
quiere pertenecer a sí mismo sobre las insidias de un,
poder
extraño; y apenas puede concebirse que el Monarca
Español al recibir las terribles lecciones que la
Península acaba de dar a S.M. se prometa de los americanos
una impasible resignación, esperando distintos efectos de
las mismas causas.

El Excmo. Sr. D. José de San Martín ha
entendido que la cuestión que debía ventilarse no
era si el Estado de Chile y el ejército de su mando
anularían sus solemnes juramentos para reconocer al
Soberano Constitucional de España, en los momentos de
abrir, con todas la probabilidades del triunfo una campaña
en auxilio de los pueblos del Perú, cuya opinión es
conocida; sino si el Excmo. Sr. Virrey, mediante a haber
prevalecido en Península las ideas liberales, que el
Consejo de S.M.C. se compone de las respetables víctimas
de la tiranía, y que ya se ha tocado un largo y costoso
desengaño, estaba autorizado para poner término a
la guerra en esta parte de América, dando por base a su
negociación el establecimiento de la independencia del
Perú, como el medio más seguro y oportuno
de conciliar los intereses bien entendidos de Españoles y
Americanos.

Con esta esperanza, el Excmo. Sr. D. José de San
Martín está resuelto a sacrificar sobre las aras de
la paz, cuantos laureles pudiera prometerles la victoria;
está dispuesto a prevenir los horrores de la guerra y los
desastres de la anarquía, cediendo por la felicidad de
estas regiones y por el restablecimiento de la concordia, cuanto
le permitan la extensión de sus facultades, el honor
nacional y sus propios sentimientos. S.E. está persuadido
que, buscando en la equidad y la
justicia las
verdaderas bases de la libertad del Perú, y la
conciliación tan suspirada entre los habitantes de uno y
otro hemisferio, acaso no sería difícil hallar un
medio de avenimiento amistoso en que pudieran detenerse ambas
partes y que las uniese consolidando la paz y la felicidad de
todos.

A este solo fin han sido enviados cerca del Excmo. Sr.
Virrey los que suscriben. ¡Ojalá sean tan dichosos
que llenen los otos de su general, sus propios deseos y sirvan de
instrumentos en la conclusión de esta grande
obra!

Permítase a los que suscriben, el honor de
tributar a los Señores diputados del Excmo. Sr. Virrey su
más alta consideración.

Tomás Guido.- Juan García del
Río. (4)

El resultado de estas negociaciones no debió
extrañar a ninguna de las dos partes, an atención al convencimiento de sus
posiciones diametralmente opuestas y sin posibilidad alguna de
compatibilizar. Entonces, podría preguntarse, por
qué se llevaron a cabo. La respuesta es realmente
sencilla: ambas partes vieron en dicha reunión una forma
de sondearse mutuamente, y en el caso del Virrey de ganar tiempo
para poder desarrollar un plan de acción.
Sabemos, por ejemplo, que San Martín midió de tal
manera sus instrucciones dadas a sus dos delegados que de no
obtenerse grandes ventajas (y como medular de ello el
reconocimiento de la independencia), las negociaciones
necesariamente deberían estar destinadas al fracaso.
Así lo señaló San Martín en una
misiva dirigida al Ministro de Estado en el departamento de
Gobierno de Chile, fechada el 19 de octubre de 1820. En dicha
carta leemos:
"El verdadero objeto que tuve en acceder a la invitación
del virrey y enviar mis diputados cerca d él, fue adquirir
noticias exactas del estado de Lima, situación del
ejército y conocer los límites a que estaba
dispuesto a entender sus propuestas el gobierno de lima en las
actuales circunstancias. El espíritu de las instrucciones
estaba calculado para frustrar decorosamente toda
negociación que no nos proporcionara grandes ventajas y
seguridades para el porvenir". (5)

Una interrogante muy importante se abre en torno a estas
negociaciones. ¿Instruyó San Martín a sus
diputados para que propusiesen como solución transaccional
decorosa el establecimiento de una monarquía
independiente? ¿Caía esta solución dentro de
aquellas que daban "grandes ventajas y seguridades para el
porvenir"? Nos formulamos esta interrogante en atención a
la existencia de ciertos documentos emanados del virrey Pezuela
que hablan en forma expresa en torno a este particular. En una
misiva del Virrey a San Martín, que lleva fecha de 12 de
noviembre de 1820, Pezuela le contesta a San Martín en el
sentido de carecer de facultades suficientes para decidir sobre
el establecimiento de una monarquía peruana
independiente. (6) Este hecho está
corroborado por lo que se expresa en un memorándum que el
virrey Pezuela dirigiera al ministro español en Río
de Janeiro, documento este en el cual se lee lo siguiente: "El
partido de Pueyrredón (éste era de ideas
monarquistas) en el que San Martín hacía uno de los
primeros papeles, se halla en el día proscrito y juzgado
como criminal de alta traición, por haber entablado el
proyecto de
coronar en América un príncipe europeo, el mismo
que se propuso en las conferencias de Miraflores por los
diputados de aquel a los de este gobierno como la base general de
una transacción definitiva". (7)

Conociéndose ampliamente las ideas monarquistas
de San Martín, así como el hecho de la propuesta
que tiempo después le haría al virrey La Serna en
dicho sentido, y considerando los documentos comentados,
consideramos que San Martín intentó lograr una
solución pacífica mediante la adopción
de una monarquía. Esto no tiene nada de inexplicable ni
contradictorio, porque la propuesta eran en el sentido de una
monarquía totalmente independiente, con lo que no
cedía terreno alguno en el cuanto al objetivo principal d
la causa, cual era el logro de la independencia política.
El establecimiento de un sistema monárquico con un
príncipe español caía dentro de los planes
de San Martín. Esto lo podremos ver más
detenidamente cuando nos refiramos a la entrevista
de Punchauca y a los planes sanmartinianos para la
constitución del nuevo estado peruano
independiente.

A pesar que las reuniones de los delegados de ambas
partes habían resultado un total fracaso, Pezuela
intentó mediar personalmente en búsqueda de una
posible solución pacífica. El 30 de setiembre, en
el pueblito de la Magdalena, se vino a llevar a cabo esta
importante reunión, pero como el Virrey no propusiera
ninguna nueva base y los delegados patriotas mantuviéranse
en lo prefijado, el resultado fue tan negativo con en las
ocasiones precedentes. El virrey Pezuela en su Diario anota sobre
el particular: "… nada me añadieron a lo que
habían expuesto a mis Diputados". (8) En
realidad ninguna de las dos partes nada nuevo añadieron y
de allí el fracaso de esta nueva entrevista.

Las conferencias de Miraflores dieron lugar a un hecho
realmente desagradable entre los diputados relistas, a
consecuencia de la actitud de Dionisio Capaz, quien a raíz
de dichas reuniones y de sus resultados, publicó un
atolondrado y provocador manifiesto en el que, sin ambages,
culpaba a los patriotas de ser los verdaderos causantes del
fracaso de dichas negociaciones, hecho este que hablaba de sus
nefastas intenciones subversivas. Esto no era todo, pues de haber
sido solo ello, a pesar de lo inconveniente que resultaba dicha
manifestación pública por lo especial de la
situación, hubiera resultado del todo intrascendente. Pero
Dionisio Capaz se atrevió a proclamar a nombre propio y de
los otros delegados realistas, que en el caso de producirse una
invasión patriota de la capital, todo correría
peligro, nada estaría a salvo ni protegido; fortunas,
bienes, honras
serían violentadas y pisoteadas. Dionisio Capaz, el
único verdadero autor de esta insólita nota, se
atrevió a publicarla no solo a título personal,
sino que hizo figurar como firmantes de la misma tanto al Conde
Villar de Fuente como al Dr. Hipólito Unanue, los cuales
ignoraban totalmente dicha nota. Al aparecer publicada el
malhadado documento, no les quedó otra alternativa a ambos
personajes que la de protestar altivamente por el atrevimiento de
Dionisio Capaz de haberlos hecho figurar con coautores del
mencionado documento, que ellos desconocían y con el cual
estaban en desacuerdo. (9)

El armisticio que se había suscrito el 26 de
setiembre vino a expirar el 4 de octubre a las cinco de la tarde,
reiniciándose a partir de ese momento el estado de
guerra.

El virrey Pezuela preocupado enormemente por la delicada
y peligrosa situación, y tratando de agotar al
máximo la solución pacífica, volvió a
intentar , esta mes en el mes de octubre, una nueva
negociación. En esta oportunidad envió hacia el
Cuartel general de Pisco al general de Marina D. Antonio Vacaro,
quien se entrevistó personalmente con San Martín.
En realidad resultaba del todo inútil la misión de
Vacaro, porque se vino a reducir simplemente a proponer como base
de una solución pacífica el reconocimiento de la
monarquía española. Como es fácil de
suponer, San Martín rechazó esto y la negociaciones
terminaron en un total fracaso. (10)

NOTAS

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SAN
MARTÍN Y SU CUARTEL GENERAL EN HUAURA

Habiendo expirado, el día 4 de octubre, el
armisticio firmado en Miraflores, San Martín dispuso de
inmediato la movilización de sus efectivos. El día
5, al mando de una división, partió Álvarez
de Arenales con instrucciones especiales para incursionar primero
por Ica y luego pasar hacia el centro del país, con la
finalidad expresa de ganar a los pueblos de dicha región a
la causa separatista.

San Martín creyó conveniente trasladar su
cuartel general a un punto más estratégico,
considerando que el pueblo de Huaura, al norte de la ciudad de
Lima, reunía esa condición. Pero antes de abandonar
Pisco, exactamente el 21 de octubre de 1820, San Martín
promulgó un decreto por el cual se creaba el nuevo
símbolo patrio del Perú independiente.

El reembarco del ejército libertador
comenzó el 23 y se prolongó hasta el 26. Aquel 26
de octubre la escuadra libertadora enrumbó hacia el norte
de Lima. El 29 por la tarde fondeaban frente a la bahía
del Callao. Se posicionaron de tal manera que quedaron a cubierto
de los disparos que se hacían desde los Castillos de Real
Felipe.

El día 30 San Martín decide pasar hacia
Ancón con los navíos San Martín, Galvarino y
Arauco. En el Callao quedaría Cochrane con la
O’Higgins, la Independencia y la Lautaro. Pero antes de la
separación de los dos caudillos, estos acordaron todos los
pormenores de un plan realmente extraordinario y cuya
ejecución quedaría en manos de Cochrane. La
referencia al respecto la trae el boletín N° 3 del
Ejército Unido, aunque sin dar mayores explicaciones al
respecto, por lo cual deja realmente tendido un velo de misterio.
El boletín citado dice al respecto: "Antes de separarse el
General en Jefe y el Vicealmirante de la Escuadra, acordaron la
ejecución de un proyecto memorable, capaz de sorprender a
la misma intrepidez y de eternizar por si solo la historia de la
expedición libertadora del Perú". (1)
Este plan, "capaz de sorprender a la misma intrepidez" al
que hace referencia el boletín, ¿sería tal
vez el apoderarse del navío realista La Esmeralda y de los
bergantines Maipú y Pezuela, así como de los
restantes navíos realista anclados en El Callao, lo cual
ocurrió el 5 de noviembre?. En realidad de verdad no hay
plena seguridad de ello, pero considerando la adjetivación
que se hace del innombrado plan y coincidiendo plenamente con lo
sucedió el citado 5 de noviembre, consideramos que a dicho
proyecto se refería. Para una mejor comprensión del
acontecimiento en mención hagamos una sucinta
referencia.

La Esmeralda era un navío con un poco más
de trescientos tripulantes, con cuarenta y cuatro cañones.
Se encontraba defendida, para darle el máximo de
seguridad, por una poderosa barrera constituida de cadenas y
pontones armados, en cuyo interior de dicha especial y casi
inexpugnable defensa movíanse veintisiete lanchas
cañoneras. Apoderarse de este navío y de las
demás naos realistas, o intentar su destrucción,
constituía un proyecto realmente inconcebible o, para
expresarse mejor, solo concebible por espíritu tan
arriesgados y decididos como el de Cochrane, pues no cabe la
menor duda que de él fue la idea de tan espectacular
acción. Como dice Wilfredo Gameros, La esmeralda era una
"nave poco menos que inaccesible, pues estaba en la plaza fuerte
más formidable de América del sur. Resguardada por
los castillos del Real Felipe, San Rafael y San Miguel y por las
baterías del Arsenal y San Joaquín. En conjunto
disponían de trescientos cañones, aparte de
veintisiete lanchas cañoneras, cada una con una pieza de
artillería y con treinta marineros" (2)

San Martín, después de haber coordinado la
realización del plan mencionado, abandona El Callao el 30
de octubre. Cochrane ultima los preparativos del audaz y
sensacional plan.

La noche del 4 de noviembre, según el
boletín N° 3 del Ejército Unido, se realiza
un ensayo del
plan, el cual debió haber satisfecho plenamente a
Cochrane, pues decide llevarlo a cabo al día siguiente.
Seleccionó doscientos cuarenta hombres para participar en
la acción. Ordenó al capitán Forster salir
mar afuera con dos navíos, para dar la impresión de
un retiro de la escuadra y así alejar cualquier sospecha
de un posible ataque a las naves realistas. Al atardecer de aquel
5 de noviembre, Cochrane dirigió a sus hombres una sentida
proclama, en una de cuyas partes les decía: "Esta noche
vamos a dar un golpe mortal al enemigo: mañana os
presentaréis con orgullo delante del Callao, y todos
nuestros compañeros os verán con envidia…"
(3)

Alas diez de la noche se dio inicio al plan. Los
doscientos cuarenta efectivos especialmente seleccionados bajaron
a los botes, formando dos divisiones: una al mando del propio
Cochrane y la otra bajo la jefatura de los capitanes Crosby y
Guise. Se desplazaron en dirección al fondeadero, contando
a su favor con la oscuridad reinante aquella noche sin luna La
misión estuvo a punto de fallar casi en sus inicios como
consecuencia de un grito de ¡quién vive! Dado desde
la fragata inglesa Hyperion, el cual, por suerte, no tuvo mayores
repercusiones, debido a que no se repitió, seguramente a
consecuencia de haberse percatado que se trataba de un
navío neutral. Sorteado este primer obstáculo,
pronto se encontraban ya en la abertura existente en la barrera,
cuando nuevamente un hecho imprevisto puso en peligro la
realización del proyecto. Era ya medianoche en aquel
momento cuando una de las cañoneras realistas que vigilaba
la zona hizo su aparición. Se percataron del movimiento de
los navíos patriotas, pero antes que pudieran dar la
alarma ya el intrépido Cochrane les amenazaba con terminar
con todos sus tripulantes si hacían el menor intento de
dar aviso. Gracias a esta decidida acción el plan pudo
continuar y poco después las embarcaciones patriotas se
situaban a los lados de La Esmeralda, la cual al poco tiempo se
vio invadida, ante la total sorpresa de sus tripulante, los
cuales, sin embargo, después de un primer momento de
estupor y desconcierto, reaccionaron y ofrecieron la más
tenaz resistencia que en situación semejante podía
llevarse a cabo. La lucha fue ardua y el propio Cochrane
llegó a sufrir una herida en el muslo como consecuencia de
un balazo. Esto lo imposibilitó de continuar con su labor
directriz razón por la cual el mando fue entregado al
Almirante Martín Jorge Guise.

Si bien es cierto que la fragata Esmeralda logró
caer en manos de los patriotas, no es menos verdad que el plan
proyectado no se pudo cumplir total y plenamente según se
había concebido. No se realizó la captura de los
bergantines Maipú y Pezuela ni la destrucción de
los demás navíos. Sin embargo la captura de La
Esmeralda era de por sí ya una gran hazaña, sobre
todo por el gran impacto que causó entre las fuerzas
realistas. Según el boletín n° 3 del
Ejército Unido a la una de la madrugada ya La Esmeralda
estaba en poder de los patriotas. El mando de dicha nave fue
entregado a Guise.

El impacto conseguido entre las filas realistas con el
logro del plan del 5 de noviembre fue relativamente grande.
Consideramos que más que apoderarse de una o más
naves lo que interesaba causar era una impacto sicológico
sobre la moral
realista. En este medida el plan fue un gran éxito.

Habíamos dejado dicho, antes de esta referencia a
la captura de La Esmeralda, que San Martín había
abandonado El Callao el 30 de octubre, enrumbando hacia
Ancón donde fondeó aquel mismo día. Al
día siguiente hizo desembarcar, a órdenes del
Teniente Raulet, cincuenta infantes y 20 hombres de a caballo,
con la misión de observar el camino de Chancay a Lima. El
1 de noviembre estas fuerzas llegaban a Copacabana, un punto
distante cinco leguas de Lima, donde encontráronse con
fuerzas realistas. El día 3 se ordenaba el desembarco de
cuarenta hombres de a caballo, a órdenes del
capitán Brandsen, y de dos compañías de
infantería bajo la jefatura de los capitanes Crespo y
Suárez. Todo este regimiento quedó bajo el mando
del mayor Reyes. Tenía como misión incursionar
hacia Chancay. En su desplazamiento tuvieron que enfrentarse al
destacamento realista comandado por Valdés, el cual
intentó impedir la aproximación patriota hacia su
objetivo de Chancay. La caballería dirigida por Brandsen
logró, el 11 de noviembre, derrotar, en las inmediaciones
de la hacienda Torre Blanca, a la caballería realista
capitaneada por el citado Valdés. Los patriotas intentaron
aprovechar este suceso y perseguir a los realistas, pero se
dieron imposibilitados de lograr su objetivo a consecuencia de un
nutrido tiro de fusilería que sufrieron por parte de las
fuerzas realistas de García Camba. Según el
boletín n° 4 del Ejército Unido, de 20 de noviembre
de 1820, el día 7 de noviembre San Martín
pasó al Callao, a bordo del Araucano, regresando al
día siguiente en compañía de Cochrane y
llevando nada menos que el navío realista Esmeralda,
recientemente capturado. En cuanto a la fecha de este suceso hay
una pequeña discrepancia entre el citado boletín
n° 4 y la misiva que San Martin dirigiera al coronel Ignacio
Centeno, Ministro de Guerra de Chile, fechada en Supe a 29 de
noviembre, documento este en el cual San Martín precisa
que fue el día 8 que salió para el Callao y el
día 9 el de su regreso a Ancón. (4)
Ya de regreso toda la escuadra, permanecieron un día
más en Ancón. Al día siguiente zarparon con
dirección al puerto de Huacho. El desembarco se hizo tanto
por el puerto de Guacho como por la caleta de Végueta, al
norte de la ciudad de Huacho. Entre los días 10 al 12 se
realizó el desembarco. San Martín encargó al
Teniente Coronel D’Alve reconocer las posiciones de Huaura
y Supe. El día14 se emplearon setecientos hombres para
construir tres reductos sobre las alturas que dominaban el
puerto, y, asimismo, se mandó formar un muelle para la
comodidad del desembarco. Fue este día 14 que la goleta
Alcance, que habíase encontrado con la escuadra
libertadora en Ancón, partió rumbo a Guayaquil
llevando a Tomás Guido y a Toribio Luzuriaga como
emisarios de San Martín ante el nuevo gobierno
independiente de Guayaquil. El 17 San Martín .ordenaba que
toda la infantería marchase a Supe, a órdenes del
Mayor General Las Heras, quedando el Regimiento de Cazadores a
Caballo en Huacho y pasando el Regimiento de Granaderos a Huaura.
El 19 el San Martín llegaba a Supe. El 25 salía
para Huacho, pasando luego a Chancay y a Huacho, para estar de
regreso nuevamente en Supe, el día 27. El cuartel general
se localizó en Supe desde el 19 de noviembre hasta el 6 de
diciembre para el 7 del citado mes establecerse en
Huaura.

Entre los planes de San Martín se encontraba
atacar Lima los primeros días de enero de 1821.
Considerando ello trasladó su cuartel general a Retes (en
la provincia de Chancay, pero muy pronto cambió de
opinión al tener noticia de que las fuerzas realistas
estaban preparándose para rechazarlo. El 14 de enero el
ejército marchó a situarse sobre la margen derecha
del río Huaura, donde concluyeron de localizarse el
día 18. (5)

En los primeros meses de 1821 se desató en las
filas del ejército patriota una terrible epidemia,
"conocida con el nombre de tercianas". De la gravedad de sus
consecuencias nos puede dar una idea más o menos cabal el
hecho siguiente: de los cuatro mil efectivos que habían
desembarcado en Pisco, tres mil estaban en los hospitales a
mediados de abril de 1921, legándose a producir ciertos
días hasta cincuenta muertos. San Martín en carta a
O’Higgins relata esta desgracia: "Nuestra situación
es la misma que anteriormente: mil quinientos enfermos, y otros
tantos convalecientes, es el estado del ejército; crea
Ud., amigo mío, que no puede verse con indiferencia
perecer a estos infelices sin tener como aliviarlos en sus
necesidades. Tengo pedido, infinidad de tiempo hace, medicinas,
porque en todo el Perú no se encuentran, a
excepción de quina; en fin, el resultado es que
diariamente tenemos de baja de hospitales de doce hombres para
arriba". El propio libertador cayó víctima de la
mortífera epidemia. En misiva de 3 de mayo de 1821 le
escribía a O’Higgins: "Mi salud está sumamente
abatida; antes de ayer me levanté después de siete
días de cama, creo con evidencia que si continuo
así, pronto daré en tierra". Para conocer sobre el
impacto de las enfermedades durante la
etapa separatista leer el excelente trabajo de la
profesora Susy Sánchez titulado "Lima, hambre y enfermedad
en Lima durante la guerra independentista. (1817-1826)"
(6)

En estos dramáticos momentos y trayendo un
relativo espíritu de paz y concordia, llegó al
cuartel general de Huaura el Comisario Regio Manuel Abreu, el
cual había desembarcado en la bahía de Samanco a
mediados de marzo. El 16 de dicho mes comunicaba al Alcalde de
Huanchaco su deseo de entrevistarse con San
Martín.

Informado el libertador de la llegada del Capitán
de Fragata D. Manuel Abreu en su calidad de Comisario Regio y de
su interés de tener una entrevista con él, le
contestó el 23 haciéndole saber que veía con
agrado su cordial visita. Dos días después, el 25
de marzo de 1821, Abreu y San Martín se reunían en
un ambiente de
suma cordialidad, quedando Abreu favorablemente impresionado con
la actitud de San Martín, y, de seguro, muy esperanzado en
los resultados que podrían obtenerse de abrirse nuevas
negociaciones de paz. Abreu permaneció cuatro días
en Huaura, al término de los cuales recién
pasó a la ciudad de Lima.

Hemos seguido al ejercito libertador desde setiembre de
1820 hasta marzo de 1821. En este lapso ocurrieron
trascendentales acontecimientos en ambos bandos, tales como
exitosa primera campaña de Álvarez de Arenales, la
independencia de los pueblos del centro y norte del Perú,
y, entre las filas realistas, la defección del Numancia y
el motín de Aznapuquio. En los siguientes capítulos
estudiaremos estos hechos.

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